'LA CASA QUE HABITO'
Artistas:
Aurora Sacristán
Belén Cerezo
Carmen González
Mónica de Miguel
Comisariado: Araceli Corbo
“La casa que habito” es una exposición inspirada en las Femmes Maison (Mujeres-Casa) de la artista francesa Louise Bourgeois, figuras femeninas formadas parcialmente por casas. Estas imágenes generan un impacto visual y remueven al espectador para hacerle reflexionar sobre la condición social de las mujeres y su asignación al territorio doméstico.
Esta relación entre lo público y lo privado desde una perspectiva de género, ha generado un debate que no parece finalizar y donde las mujeres a menudo son las que tienen que marcar las diferencias, ofrecer las reflexiones y comunicar avances con respecto a una problemática de suma importancia, ya que están en juego valores de género en torno a las divisiones espaciales y derechos sociales.
Planteamientos popularmente conocidos como: lo doméstico y la esfera social, el trabajo exterior frente al interior, son cuestiones que pueden marcar diferencias en la situación de la mujer en el mundo actual. Los valores de género son un producto del entorno social y de la educación, más que de la naturaleza y de la interacción con los demás, que nos sirven para definir nuestra identidad. Es lógico, por tanto, que muchas mujeres trabajen en sus proyectos artísticos y reflexionen de manera crítica sobre el ámbito doméstico y el privado, la casa y los roles que ha desarrollado habitualmente la mujer en dicho espacio. Eso es lo que se plantea en esta exposición, no es tanto una referencia explícita a cuestiones de género, como una muestra que recoge diferentes acercamientos por parte de cuatro artistas a la idea de la casa como arquitectura, refugio, cuerpo, prisión, aislamiento, seguridad, identidad, sueño y reclusión.
Nos encontramos con obra de Carmen González, que a nivel formal tiene muchas similitudes con la obra de la artista francesa Louise Bourgeois. Sus esculturas son seres híbridos, antropomórficos, que producen misterio e inquietud. Aparentemente son seres inertes, pero lo que se intuye con una segunda mirada, es un encerramiento, una reclusión personal o emoción encapsulada de entes que sí viven. Esto sucede con sus esculturas policromadas, que parecen haber perdido vida por su delicado tono velado.
En su obra escultórica también nos encontramos con la serie “La espera”, piezas de cerámica blancas o negras con función de jarrón o florero, cuya base no se asienta sin más, sino que se prolonga en formas de piernas de mujer que adoptan diferentes posturas, sutilmente sexuales. Estas piezas son expuestas con flores naturales, que comienzan con vida y color para fundirse en un ocre monocromo perdiendo su estado vital y erguido hacia una caída lánguida que sugiere la pérdida de vitalidad de quien espera algo que nunca acaba de llegar.
En ninguna de las piezas hay cabeza o gesto alguno, sí las flores vivas o marchitas parecen dibujar un carácter y personalidad para cada mujer representada.
Si volvemos a la obra referente aquí de Louise Borgeois, comprobamos que al igual que en las Femmes Maison, en estas obras de Carmen González el sexo de la mujer ha quedado al descubierto, libre... y lo desaparecido es el rostro y sus miembros superiores.
La reflexión sobre el tiempo también es una constante en la obra de esta artista, la cual ha profundizado en este concepto de manera teórica.
En la muestra, también se recogen dos series de dibujos. Uno de ellos, bajo el título “Femina Vita” donde se representa la figura de una mujer ya completa, esto es, con brazos y piernas y caminando erguida. Aunque esta mujer es aparentemente libre, podemos comprobar un encerramiento, opresión y sufrimiento debido a una gran carga que va sobre sus hombros representada en forma de casas o un círculo cerrado con este mismo icono desde el cual tiene impedido salir.
La obra que aquí presenta Aurora Sacristán es una obra intimista y crítica. Con su obra denuncia la educación impartida a las niñas en los años 80, que a diferencia de los sujetos varones, estaba relacionada con la costura, el cuidado y la creación de un ajuar. Esta caduca educación marcó una generación que se hallaba rebelde y confusa ante la no desobediencia y el rechazo a estereotipos que ya no eran propios de la época o representaban a las futuras mujeres que ya no querían ser. Repetir frustraciones y cierta sumisión observada en casa, era un motivo de ira y de rechazo, que en este caso la artista ha representado con costuras enfrentadas y rebeldes.
No obstante, la obediencia y el amor también se ven reflejados por la delicada reivindicación de las sábanas escritas y acumuladas sin ningún fin concreto. Su ordenación no se verá revuelta porque no ocupará un hogar de roles estipulados, o sí. Esta aceptación siempre será expresada con una acción de desacuerdo.
“Nunca antes de ahora había habido tanta gente desarraigada. La emigración, forzada o escogida, a través de fronteras nacionales o del pueblo a la metrópoli, es la experiencia que mejor define nuestro tiempo, su quintaesencia”. John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
Estas palabras podrían resumir la obra “Un lugar en el mundo” de Belén Cerezo. Para esta muestra se ha seleccionado una de las fotografías de la serie. Es la imagen de la propia artista cubierta por una manta en la que se dibuja un atlas. Su mirada es seria y su postura cabizbaja. La biografía de esta artista está llena de desplazamiento y transitoriedad. Desde su infancia ha viajado de país en país, del medio urbano al medio rural […] En esta situación, las relaciones de la artista con las personas, se transforman en compromisos y los refugios, dejan de serlo. Ha tenido que afrontar los afectos, el entorno en incesantemente cambio y muchas veces carente de referencias estables, en el que todo es relativo y provisional.
Es una realidad que actualmente las personas ya no maduran encapsuladas en el seno de la familia, diríamos que es al contrario, ya que reciben el influjo de numerosos agentes ajenos y sus aspiraciones pueden ser modificadas por esta influencia. Los conceptos de residencia y territorio han sido erosionados en Belén Cerezo, aunque la artista ha superado el desconcierto, la inestabilidad y la incertidumbre.
En la serie de fotografías en blanco y negro, donde la artista aparece camuflada en una casa blanca de papel, se aprecia como a pesar del nomadismo, la casa-hogar pesa y se compone como elemento inevitable que llevar a cuestas.
Otra autora seleccionada es Mónica de Miguel. Esta artista señala que la dualidad ha sido un objetivo constante en su obra. Este aspecto es evidente a nivel formal, ya que sus obras objetuales se vuelven elemento dibujado y sus acciones performativas tornan a fotografías. Esta dualidad también es evidente cuando la propia artista es creadora y materia, ya que utiliza su propio cuerpo como transporte de sus piezas.
Mónica crea objetos con materiales del hogar que presenta como adornos de diseño sobre un cuerpo estático. Esta apariencia final, en vez de proyectar una supuesta imagen de belleza y de protección, muestra un ser torturado por la opresión de los elementos.
El protagonismo de la artista como sujeto en sus fotografías, se disuelve en el dibujo, ya que las mujeres que en este caso soportan los objetos, son otras.
Araceli Corbo