Pero yo...sigo...caminando
[una deriva de la variable humana y la estructura subyacente]
Antonio Almaraz
VARIACIONES Y PREGUNTAS SOBRE UN MISMO TEMA
Si algo caracteriza la vida de Antonio Almaraz es la fidelidad absoluta a sí mismo; y otro tanto ocurre con su obra artística. Dicho así parece sencillo, pero lo elemental suele ser lo más difícil; sobre todo si tenemos en cuenta la multitud de ideas que percibimos en nuestro entorno y que hacen casi imposible que no nos desviemos del camino.
Lo poco dicho hasta ahora no se trata de una visión personal más o menos acertada sobre la obra de Almaraz, al contrario. Se puede encontrar en buena parte de sus escritos, que, aunque breves y susceptibles de aportar más detalles, ponen de manifiesto su posición frente al arte, que no es otra que la misma temática llevada a cabo con técnicas y materiales distintos; y, por encima de todo, o, mejor dicho, por debajo de todo, la estructura que no se advierte, pero que ordena lo de fuera. Temática y técnica puestas al servicio de los materiales.
De esto y otras cosas habla Almaraz en La variable humana y la estructura subyacente, un texto intenso y emotivo donde contrapone a su realidad otra más fragmentada y menos duradera; o lo que es lo mismo: una frontera entre consonancias y disonancias, entre una composición musical clásica que se sostiene sobre los acordes de tónica y dominante para conseguir un armazón sólido, y otra dodecafónica que persigue todo lo contrario y abre una puerta a la división de la forma, como antes lo hicieron los cubistas a través de formas geométricas, los impresionistas al separar las pinceladas o Ludwig van Beethoven al componer sus ciclos de variaciones sobre el mismo tema, algo que no era nuevo, pero que en sus piezas alcanzó cotas de genialidad solo comparables a las de Johann S. Bach.
Tanto Bach en las 30 Variaciones Goldberg, como Beethoven en las 33 Variaciones Diabelli, modificaron el tema principal desde planteamientos muy diferentes. Bach siempre tuvo presente el Aria o tema principal, y ninguna variación de las 30 consigue plena autonomía. Beethoven, sin embargo, se olvidó del vals o tema principal, y algunas variaciones logran total libertad; aunque lo más sorprendente es que realizó variaciones sobre variaciones. Lo nunca visto.
Sería un error pensar que Beethoven actuó así para desacreditar la tradición, cuando únicamente pretendía reemplazar el valor unitario que había tenido el arte hasta ese momento; y lo hacía abriendo una puerta que, a través de un largo pasillo, desembocaría en la desarticulación de todas las manifestaciones artísticas, sobre todo en el siglo XX.
Aunque alejado en el tiempo y sin pretender hacer comparaciones, eso es obvio, el ejemplo de las Variaciones Diabelli tiene algo que ver con el citado texto de Almaraz, y pone de manifiesto que las variaciones sobre el mismo tema en cualquier manifestación artística, ha sido y es una constante en los artistas de todos los tiempos, y que lo difícil es encontrar un tema principal que permita agotar todas sus posibilidades estilísticas a través de técnicas y materiales diferentes.
No cabe terminar sin decir que Antonio Almaraz ha encontrado en la duda su aria o vals. La incertidumbre como tema principal para reflejar la incapacidad del ser humano para afrontar el desasosiego provocado por sus propios fantasmas, que preguntan una y otra vez por el sentido de las cosas. Esta nueva exposición, como ocurría con las anteriores, contiene las respuestas a sus preguntas, siempre las mismas.
Pero yo…sigo...caminando [una deriva de la variable humana y la estructura subyacente], es también, como su propio título indica, una serie de paisajes, de itinerarios personales repetidos una y otra vez. Tan iguales y, sin embargo, tan distintos a la vez.
Ignacio Guerra Núñez
DUDA, SANGRE y RESILIENCIA
Sobre el libro, Pero yo…sigo…caminando
[una deriva de la variable humana y la estructura subyacente]
«Este libro no es una reminiscencia de un ensayo psicológico. No es ni tan siquiera una monografía artística sobre Antonio Almaraz. En este libro yo encontré una vida, y a su vez me encontré a mí misma. Tortura y sanación. Resiliencia».
No quiero ser yo la persona que desnude esta obra de arte, ya que es algo que corresponde a cada individuo descifrarla y lograr comprenderla. No por capricho de una servidora, ni del propio autor. Ya que, al desnudar la obra, desnudas a la persona. En este caso, a uno mismo. Este libro llegó a mis manos en un momento de duda, miedo e incertidumbre, y la interpretación libre, carente de conocimientos artísticos, pero, sobre todo, mía fue lo que influyó en la mimetización de mi alma, con su esencia. Mi intención principal era observarlo, compararlo quizá con algún escrito o alguna obra de arte que pudiese haber visto antes. Ilusa de mí, nada más lejos de la realidad. Mi primera impresión fue la comparación casi inmediata con el lienzo Blanco sobre blanco, del pintor suprematista ruso Kazimir Malévich. Por aquel entonces el libo no tenía la portada hecha, pero sí buena parte del índice y los primeros capítulos. Sin tener un contexto previo de lo que trataba. Únicamente tres colores y las palabras, fueron lo que me orientaron hacia lo último que esperaba encontrarme. Una vida.
Duda
La duda es aquello que es consecutivo al vacío. Usualmente vacíos insignificantes que se podrían confundir con la sorpresa. Y a su vez, la duda es el todo. Un todo que la determina y hace que lo consideremos, en algunos casos, superior a la realidad. Ante un acontecimiento negativo, creo firmemente que la duda no comienza cuando decides tomar la decisión de actuar, si no en estos momentos previos en los que mides la magnitud del daño sin aún ser consciente de tu propia realidad. Sabiendo que algo contigo mismo va mal, pero no saber el qué. El primer golpe. Poco a poco vas notando las molestias, y percibiendo lo que, en un principio posiblemente te hubieses negado a hacerlo. Ya sea por miedo, o por vergüenza. La mayoría de las personas tienden a afrontar los problemas solos, a escapar de la realidad y aislarse. Puede que no sea la mejor decisión que tomemos, y que muy probablemente los problemas nos abrumen. Intentamos con todas las fuerzas no involucrar a nadie para no molestar, o porque creemos que es un problema menor, sin importancia. Muchas veces, para poder empezar a dudar de las cosas, necesitas verlas desde muchos puntos de vista. Desde el tuyo, el dolor. Y desde los externos, la pena, el asombro, y la vulnerabilidad. Y para comenzar a afrontarla y cuando estás perdido y no sabes por dónde empezar, recurres a la ayuda. Una ayuda que en algunos casos se manifiesta en una voz dulce, melosa y en unos ojos que te miran sin juzgar. Que aguantan sin recriminar, y que se conforman con unas migajas del amor que antes soltabas a raudales y ahora brilla por su ausencia. Personas que afrontan tus problemas como si fuesen los suyos, todo por verte sonreír. En el libro, vi que la persona que en él habitaba, tenía un alma rota y un corazón reconstruido, y cómo detrás de él había una persona que había hecho sanar una conciencia suicida. En aquel momento, Antonio y yo compartíamos tormentos. Él desde el punto de vista de la sanación y la retrospectiva, yo, en pleno momento de duda. Ambos recurrimos a diferentes ojos, pero la misma luz para poder seguir caminando.
Sangre
Igual que las heridas físicas, las sentimentales también sangran. Lo que éstas últimas se manifiestan en forma de palabras feas dirigidas a las personas que menos se lo merecen. Que te aguantan y siguen ahí, aunque sepan que ahora mismo tú ni tan siquiera estás para apreciarte ni a ti mismo. La sangría viene acompañada de un fuerte dolor físico, que evidencia las heridas emocionales que indican que estás en tu límite bien sea psicológico o somático, el cual no se puede curar de otra forma que no sea manteniendo la mente ocupada hasta el agotamiento. La sangre emocional a veces viene acompañada por una bilis verde que, tristemente simboliza la ansiedad ante la situación, el no dar más de sí, la frustración y el momento más bajo de ti mismo. Para cortar la hemorragia de fluidos, muchas veces basta con mirar unos ojos azules que sin palabras te calman, o unos ojos marrones que lloran contigo cuando, por quincuagésima vez vuelves a pensar en las distintas causas que te han llevado a dudar de ti mismo. La forma de cortar la hemorragia emocional pasa por la negación, la ansiedad de ser consciente de la situación, el llanto, la furia… curiosamente, estas emociones son las mismas que hacen que la vida vuelva a crecer. Cuando ya has dejado de sangrar, empiezas con las leves mejorías. Pequeñas pero constantes. Hasta que un día te sorprendes a ti mismo reconstruyéndote en base al pasado. Comenzando a edificar un nuevo “Yo” con una coraza más fuerte, y escribiéndote pequeñas canciones que te hacen no recordar, sino no olvidar aquello que te ha hecho volver a empezar.
Resiliencia
Últimamente la palabra resiliencia se ha puesto muy de moda, y me pregunto si de verdad sabemos lo que significa o simplemente nos hemos acostumbrado a verla en tatuajes tipográficos, y a escucharla en el telediario. La gente no es consciente del significado de las palabras, y cada vez se paran menos a pensarlo, utilizando el vocabulario a la ligera. Mucha gente tiende a menospreciar la valentía de las personas llamándolo resignación, costumbre o estancamiento en un problema. Para ser un resiliente tienes que ser capaz de mirar al pasado y a verte a ti mismo encerrado en una habitación con cuatro paredes sin ver una salida. Con cuatro paredes que poco a poco se estrechan y te van cortando el aire. Con cuatro paredes resbaladizas a las que no podías trepar y donde no veías solución posible, aún sin darte cuenta ni tan siquiera de que esas cuatro paredes te estaban ahogando. Pueden pasar días, meses o incluso años hasta que te das cuenta de que esas paredes hay que romperlas justo cuando más te aprietan, y ver que cuando las rompes no hay nada. Y ese es el paso más complicado, volver a empezar cuando ya no queda absolutamente nada de lo que construiste y de donde te sentiste seguro. Nada de lo que fuiste, ni tan siquiera un triste ladrillo. Nada de lo que viviste o estabas empezando a vivir. Nada de felicidad. La abrumadora nada. La resiliencia no es resignación, y mucho menos, es costumbre. La diferencia entre estos dos términos está marcada por el simple hecho de la valentía. Y es que, para poder convertirse en una persona resiliente, hay que deconstruirse, psicoanalizarse, desmoronarse y desmoralizase. Para ser una persona resiliente hay que aprender a apreciar la catarsis y liberar el inconsciente de la misma. Aprender a querer al corazón, a los ojos y a la mente, y finalmente, darse el placer y el primer beneficio. La duda. Para ser resiliente tienes que apreciarte en cada uno de esos pasos previos, mirar hacia atrás aún con las dudas del ayer, con el sabor aún en la boca de la sangre y con el amor y el orgullo de ser quien hoy eres. Mirarte al espejo y ver un cúmulo de duda, sangre y resiliencia.
Marina Garrote Panero
PERO YO…SIGO…CAMINANDO
[UNA DERIVA DE LA VARIABLE HUMANA Y LA ESTRUCTURA SUBYACENTE]
«No existe el verdadero sentido de un texto. Ni autoridad del autor. Sea lo que sea lo que se haya querido decir, ha escrito lo que ha escrito. Una vez publicado, un texto es como un aparato que cada cual puede utilizar a su guisa y según sus medios, no puede asegurarse que el constructor lo use mejor que otro. Por lo demás, si sabe bien lo que quiso hacer, ese conocimiento le enturbiará siempre la percepción de lo que ha hecho». Paul Valéry
El círculo cierra la necesidad. Preguntas en busca de respuestas. Respuestas que hacen preguntas. Matemáticas y poesía. La necesidad cierra el círculo. Comienzo y final del texto [la variable humana y la estructura subyacente], escrito para la anterior exposición del mismo título. El camino es circular, dice Beuys. Ahora sabemos por qué Jung eligió el termino sánscrito mandala, que significa «círculo mágico». Jung dice: Descubrí paulatinamente lo que era realmente el mandala: «Creación, transformación y la recreación eterna de la mente eterna». Eso es el sí-mismo, la totalidad de la personalidad, que si todo va bien es armoniosa.
Pero yo…sigo…caminando es también la continuación y el título de una obra expuesta en la exposición celebrada anteriormente en la Galería Adora Calvo.
Una obra en proceso. Textos y palabras que acompañan las obras, que se repiten una y otra vez, como una seña de identidad, una marca que desvela mis verdaderas intenciones. O acaso no. Palabras y textos que, reflejan, estados de ánimo o la forma de cómo quiero vivir mi arte-vida, que no es otra que, a través de la experiencia, la percepción entendida de todas las maneras posibles, o un modo de existencia que busca la armonía y el equilibrio. También a través del corazón. Creo a este corazón, cuando les dice a mis ojos que esto es la belleza. Creo a este corazón, cuando le dice a mi mente que esta es la razón. Creo a este corazón, cuando le suplica al tiempo que esto sea para siempre, en palabras de Daniel Gildenlöw
Olvido y Recuerdo, palabras que aparecen en algunas de mis obras, y que podrían invocar tanto el dolor como todo lo contrario. Tanto Olvido como Recuerdo tienen una función terapéutica por cuanto la primera tiene un componente de perdón hacia uno mismo o hacia otro y la otra rememora situaciones de añoranza, aunque no tiene que ser esta de carácter melancólico negativo. Crisis y fracturas, conducen hacia distintas formas de recuerdo. Nostalgia quizás influenciada también por los recuerdos conscientes e inconscientes de una vida pasada. El arte para tapar la herida. El arte como vía de escape. El enturbiamiento no me deja ver. Me hallo en un banco de niebla…en la tierra de nadie. Dice Fabio Rodríguez de la Flor: Antonio Almaraz diseña, construye, esculpe, pinta y fotografía, todo este teatro de la “memoria del sí mismo”, con la pretensión de decantar lo crucial, de encontrar lo esencial en la composición de su propia alma. Parece decir que todo aquello que permanezca aferrado a las redes que tejen su mundo, será lo que finalmente constituya su ser equidistante (equilibrado), será lo que concluyentemente vuelva a reintegrarse. Mi atelier. Lugar de trabajo, laboratorio y espacio mental. Un lugar donde se respiraba una atmósfera única e irrepetible. Un lugar cargado de energía positiva y espiritualidad. Un lugar lleno de luz. Un lugar que invitaba a crear de manera desmedida. Donde se materializan las ideas y donde estas ideas intervienen un espacio y a la vez este espacio condiciona la obra artística. Un lugar para él estudio y la reflexión. En definitiva, un lugar para estar solo, un lugar en el que quiero estar solo, con mi soledad, mi solitude. Un lugar quizás «terapéutico». Un lugar que fue mágico y ahora no tanto. Un lugar al que he vuelto para trabajar sobre la obra que aquí estáis viendo. Un ejercicio más que una acción, una investigación más que una entrega, una elaboración de mí mismo más que una preparación con vistas al público, dice Valéry. Una pared, «esa pared», blanca, sucia, amarillenta, llena de heridas y, hendiduras infligidas por el paso del tiempo y donde visualizo, analizo y realizo mis las acciones fotográficas. Una vez más reúno los ladrillos para la pared y construyo una casa segura. Un lugar hecho de piedra, un lugar para esconderse, un santuario cerrado desde el interior. Desde el interior, desde el interior, dice Saukkonen. Mi atelier, mi refugio, mi santuario, mi sanctuary. Water Violet, la flor de Bach de la soledad, de mi forma de ser y estar en el mundo, y que aquí retomo nuevamente. Así como la personalidad es el pivote de la existencia, los vínculos son la llave del auténtico proceso de evolución, dice Eduardo Grecco.
…. uno siente esa cualidad que los distingue: su alma se conduce con gran refinamiento y con gran dignidad. Esas personas no necesitan atraer la atención hacia sí mismas, el mismo modo que no parecen sentir necesidad de dar mucho se sí mismas a los demás. En realidad, muchas de estas almas están altamente evolucionadas, o pueden estar muy influenciadas por los recuerdos inconscientes de una prominente vida pasada. Pero esas personas tienen bloqueado el desarrollo de la evolución posterior, hasta que descubran que el Yo sólo puede desarrollarse hasta un cierto punto mientras se siga manteniendo como una entidad separada. El verdadero Yo espiritual ha de expandirse para incluir a toda la humanidad y Water Violet ayuda a esas almas a hacer la transición hacia un estado de conciencia más inclusivo, un estado que les ayuda a experimentar una conexión compasiva y jubilosa con la familia humana, dicen Patricia Kaminski y Richard Katz. Dos palabras, Water Violet, que aquí son utilizadas también como firma.
Pero, además, también está el color. Blanco, rojo, amarillo…Blanco roto, blanco de España, blanco harina. Amarillo trigo, amarillo serrín, amarillo tiempo. Rojo sangre, rojo vino y carmín de garanza. El verde esmeralda y el azul de Prusia. Amor y vida. Alma, naturaleza, inteligencia y espíritu. La inocencia es blanca, dice Twombly. El color de la Violeta de Agua también es importante, pues el lila pálido sugiere el amor por la humanidad y el amarillo la claridad del intelecto.
La angustia del trabajo presente es felicidad. Es curioso el momento por el que estoy pasando. La impaciencia me lleva al perfeccionismo. La pintura me está salvando. La productividad me conduce a la extraña lentitud, dice Eduardo Arroyo. Esta felicidad viene dada por la acción de crear, de producir, de imaginar, de dar forma a algo y por tanto de estar en el «mundo». Cada uno refleja sus propias intenciones. En este sentido la acción debe contribuir a la realización de algo. Por eso el actuar constituye la primera sensación del pintor, explica Twombly. Leer entre líneas y entender lo que subyace debajo de lo que acabo de afirmar, es un ejercicio necesario para percibir o descubrir el sentido profundo de las cosas. Al fin y al cabo, de entender mí obra o no.
En definitiva: la búsqueda constante de la felicidad y del equilibrio emocional y existencial, el empeño o la disposición de no sucumbir, como dice el título, Pero yo…sigo…caminando, ayudado por el apremiante impulso del acto creador. No puedo evitar repetir las palabras de Juan Hidalgo, dichas por Carlos Astiarraga, su marido, en una entrevista: El arte tiene que ser poesía y si no es poesía no es arte y en otra entrevista, Christian Gerhaber dice: El arte debe ser reflexión y no entretenimiento. En definitiva, el arte ha de conmover.
Ahora hemos completado el circulo: el final es el principio, dice David H Rosen.
Antonio Almaraz
Texto y voz: Carmen Leiva García
Grabación y edición de vídeo: Beatriz Rodríguez