En la obra de Rafa Macarrón no hay ataduras; los elementos y simbologías se manifiestan de una forma explícita. No existen miedos ni ocultaciones; se derrocha esa admiración que él siente por el
mundo, al que contempla y al que eleva. Personas que sueñan y conviven con animales, que descansan en la cotidianeidad de lo más sencillo. Todos diferentes pero unidos por ese deseo de vivir y de
ser vistos, exultantes, invadidos por el color, que también se expande en los fondos: planos, repletos de luz, cargadísimos del color que tanto le fascina. Rafa investiga constantemente buscando
mezclas inverosímiles, arriesgando hasta el límite de utilizar al mismo tiempo todos los colores posibles.